Dibujos
Se le considera uno de los dibujantes
más finos en la historia del arte
occidental y uno de los que usó
ampliamente el dibujo para planear sus composiciones. Según Armerina, experta
en la vida del artista, cuenta, que cuando éste empezaba a planear una
composición, extendía en el suelo un gran número de dibujos que conservaba
archivados, y comenzaba rápidamente a dibujar, utilizando figuras de «aquí y de
allá». Han sobrevivido unos
cuarenta bocetos de la Disputa de las Estancias y probablemente haya
más entre las cuatrocientas hojas que se tienen actualmente de sus pre-diseños;
bien sólo constituyen una parte mínima de los que realizó el artista o hizo
realizar por su taller bajo su supervisión. Hizo
muchos dibujos para perfilar las posturas y las composiciones, aparentemente en
cantidad superior a la de otros pintores, a juzgar por la gran cantidad de
variantes que han sobrevivido: « Es así como el mismo Rafael, que tenía tanta
riqueza inventiva, solía trabajar, siempre partiendo de cuatro o seis maneras
diferentes de exponer la escena, cada una de ellas diferente al resto, y todas
ellas llenas de gracia y finura» escribió un autor tras la muerte de éste. Para John Shearman, el arte de Rafael
marca «un desplazamiento de los recursos desde la producción hacia la
investigación y el desarrollo». (Wölfflin, 1952)
Su obra está acompañada de un inmenso corpus de dibujos, que constituyen un
fundamental documento de apoyo de las obras pintadas, pero que deben ser
entendidos e interpretados como un ámbito de investigación autónomo y original.
Han sido catalogados por Fischer como una estancia romana.
Ciertamente, desde el período umbro,
el dibujo constituía una parte fundamental de su
método de trabajo: se trata de esbozos o estudios principalmente al natural,
útiles para enfocar un detalle de la composición, aunque debe reconocerse que
los motivos del dibujo nunca son transferidos a la obra definitiva sin modificaciones
ni variaciones.
Cuando estaba satisfecho con una
composición a menudo la trasladaba a cartón a escala real, que posteriormente
perforaba con un punzón, dejando
agujeros por donde dejaba pasar un poco de hollín, de modo que quedaban líneas
en la superficie final como guía. También hizo un uso exhaustivo y poco
habitual, tanto en papel como en yeso,
de una «aguja ciega», marcando líneas que dejaban sólo una hendidura, pero
ninguna marca. Estas pueden ser vistas en el muro de La
escuela de Atenas y en
muchos otros dibujos. Los Cartones
de Rafael, como diseños para tapices que eran, fueron completamente
coloreados con pintura al temple,
y fueron enviados a Bruselas para ser tejidos.
En las últimas obras pintadas por el
taller, los dibujos son a menudo mucho mejores que la pintura. La mayor parte de sus dibujos son
bastante detallados, incluso los bocetos iniciales con figuras desnudas están
cuidadosamente hechos, y los posteriores dibujos de preparación tienen un alto
nivel de acabado, con sombreados y, a veces, zonas iluminadas en blanco.
Carecían de la libertad y la energía de algunos de los bocetos de Leonardo o de
Miguel Ángel, pero siempre muy satisfactorios desde el punto de vista estético.
Fue uno de los últimos artistas en utilizar de manera habitual un dispositivo
metálico, aunque también supo hacer un soberbio uso de la técnica más libre del carbón rojo o negro. En sus últimos años fue uno de los
primeros artistas en usar modelos femeninos para dibujos preparatorios, aunque
cabe mencionar que habitualmente se usaban hombres para estudio de ambos sexos.
(«Garzón»).
Las técnicas son dispares: lápiz,
sanguina, pluma, punta de plomo o de plata, bistre, albayalde, acuarela, trazos
netos o esfumados, sobre papel blanco o coloreado.
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