Retratos
A lo largo de su vida realizó varios
retratos donde mostró una gran medida de gracia y armonía, ejemplo de esto fue
el de Baltasar de Castiglione.
Las Madonne y los bambini llenos de belleza y elegancia fueron
un tema recurrente tanto en sus retratos como en sus pinturas. En la
"Última Cena" dio un gran protagonismo a la figura de los apóstoles.
De igual manera realizó retratos de grandes personajes como: del Cardenal Bibbiena (c.1516), el Retrato
de Andrea Navagero y Agostino Beazzano (c.1516), Retrato
de Bindo Altoviti (c.
1514), Retrato de Tommaso Inghirami (1515-1516), Retrato
de cardenal (1510-1511), Retrato
de Julio II (1511–1512) y Retrato
del cardenal Alessandro Farnese (1509-1511).
La relación de Rafael con Leonardo da Vinci en Florencia a principios del siglo
XVI fue muy significativa. El modelo inspirador es la Gioconda, que por el efecto emocional
de su mirada y sobre todo la integración entre la figura y el paisaje
constituyó un modelo de reflexión para Rafael. Pero en los retratos de Rafael
la línea establece netamente las formas, que gracias a su certeza se convierten
en "módulo" espacial, en equilibrio entre lleno y vacío, en medida de
la relación entre lo particular y lo universal, en síntesis perfecta de las
verdades de la persona. También la trayectoria de Rafael se concreta en la
superación de las formas poco convencionales de Perugino, en la adquisición de una pintura
autónoma, libre, que sea expresión del perfecto equilibrio existente entre el
hombre y la naturaleza. Los comitentes del artista son representantes de la
alta burguesía de los banqueros y los mercaderes o de la aristocracia menor,
mientras la sociedad más elevada se dirige a pintores de más fama, como Ghirlandaio.
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